lunes, 24 de octubre de 2011

Este jueves... masa crítica

Hola Masacritiquer@s:

Nuevo encuentro bicicletero este próximo jueves... en la masa crítica de Octubre.
Como siempre haremos un recorrido por diversas calles de Santander, en nuestra concentración mensual, esa que reza, entre otros, el lema:
"pedalea a diario, celébralo una vez al mes"...

Recuerda, este jueves, a las 20:00 horas en los Jardines de Pereda.
¿Qué necesitas? Pues una bici y ganas de celebrarlo.
Te esperamos.

domingo, 16 de octubre de 2011

Cuando la lluvia no es un problema...


El espejo utópico

La próxima semana, la lluvia será casi constante y la temperatura apenas pasará de los 14 grados. El viento puede soplar bastante fuerte. ¿Y qué? Para gran parte de los escolares, en Holanda no son razones para dejar la bicicleta aparcada delante de casa. Viento, frío, lluvia, y luego nieve y más frío, se combaten con chubasqueros, guantes y gorros. Desde pequeños, los holandeses aprenden que, incluso en condiciones meteorológicas adversas, la bicicleta es el medio de transporte habitual, sobre todo para ir al cole. Primero en una sillita especial delante o detrás de la bici de la madre o el padre; o en el compartimento de carga de las bicis-carro, antiguas bicicletas para el transporte de carga que se han vuelto a poner de moda para transportar hasta tres o cuatro niños a la vez. Y a partir de los 8 o 9 años, van en su propia bicicleta.

En las ciudades holandesas, solo un 9% de los niños de cuarto a sexto de primaria son llevados a la escuela en coche. La mayoría (poco más de un 50%) va caminando, y el resto en bicicleta o transporte público. Aprenden de jóvenes, y ya tienen adquiridos los hábitos cuando son más grandes, primero para ir al instituto y luego a la universidad o al trabajo. Es el de Holanda, país casi completamente llano y con distancias cortas, un espejo difícil en que mirarse desde Barcelona, una utopía de paraíso ciclista con unos números asombrosos: Holanda tiene 16 millones de habitantes y 19 millones de bicicletas; un 84% de la población tiene al menos una bicicleta; en todo el país, una cuarta parte de todos los desplazamientos se hacen en bicicleta, casi la mitad de estos entre la casa y el colegio o el trabajo.
De ahí que la infraestructura está muy trabajada y arraigada, con un sinfín de carriles bici dentro y fuera de los cascos urbanos. En total, Holanda, en tamaño casi idéntica a Catalunya, tiene 17.000 kilómetros de carril bici y otros 65.000 kilómetros de carreteras aptas para ir en bici.
Pero no todo depende del kilómetraje. La capital, Ámsterdam, que todos los turistas conocen por los caóticos cruces donde coinciden ciclistas, coches y tranvías, solo dispone de 400 kilómetros de carril bici, poco más que el doble que Barcelona, que en superficie es mucho más pequeña que Ámsterdam. Pero al erradicar el coche del casco histórico entre los canales, ya ni hacen falta esos carriles bici (ni hay espacio para ellos) para que el 55% de todos los desplazamientos se realizan en bicicleta.
Acoso del coche
Y en Ámsterdam, el ayuntamiento recuerda que la bici vivió épocas difíciles, cuando en los años 60 y 70 la gente apostaba cada vez más por el coche. Fue en la década de los 80 cuando se empezó a planificar desde el consistorio una ciudad tan amable para los ciclistas como para los peatones, para no perder la costumbre de la primera mitad de siglo de usar preferentemente la bici, medio económico y rápido. Ahora, el entorno de la estación de Amsterdam está plagado de miles de bicis, aunque no tantas como en la capital estudiantil, Utrecht, donde hay cada día 16.500 bicicletas aparcadas en la estación, bastante más que la treintena que suele haber delante de Sants.

domingo, 9 de octubre de 2011

Peatones y ciclistas una peligrosa convivencia

 

A pesar de estar regulada por la ordenanza municipal de peatones y ciclistas, la convivencia entre viandantes y ciclistas no es siempre pacífica. Se podría decir que es, en muchas ocasiones, incluso peligrosa. Los primeros acusan a las bicis de no respetar las zonas peatonales y campar a sus anchas por las calles de la ciudad sin que nadie les ponga límites. Los segundos afirman que cuentan con el respaldo de una ley, redactada por el Ayuntamiento de Sevilla y refrendada por el Tribunal Supremo, que les avala para circular por aceras y para ir en contramano por vías de un solo sentido. Un paseo por el centro destapa ese difícil entendimiento entre peatones y ciclistas.

En la calle Rioja una señora de cierta edad recrimina a un joven que está amarrando su bicicleta a uno de los naranjos. La mujer le anima a ir por el carril bici, "que por aquí no se puede". Se queja por no poder cruzar a una de las tiendas al ocupar la bici uno de los pocos espacios que dejan libres las motos. El chaval se defiende: "Señora, que no estoy molestando a nadie". Finalmente, la mujer se sale con la suya y el joven, "por no oírla", se va con la bici a otra parte. Lo que no sabían ni uno ni otro es que la ordenanza municipal, según se recoge en el artículo 43, permite que las bicis se amarren a árboles u otros elementos "siempre que no se perjudique la salud del árbol o se entorpezca el tránsito".

Normalmente, son las personas de mayor edad las que ponen más pegas al uso de la bicicleta. La intolerancia se acrecienta cuando se les pregunta sobre los lugares de aparcamiento. "A mí me parece bien que cada vez más gente vaya en bici, pero lo que no puede ser es que se crean los reyes del mambo. Tienen que respetar a los demás, sobre todo a los peatones. Para muchos es un horror pasar por algunas calles porque no te dejan. Y lo que no me parece nada bien es que las dejen amarrada a un árbol o a cualquier sitio. Si yo dejo el coche en la acera seguro que me multan", lamenta Ramón, un jubilado de la Administración que está sentado con un amigo en la Plaza Nueva.

Uno de los puntos más conflictivos se sitúa en la Avenida de la Constitución, un lugar, símbolo de la peatonalización emprendida por el anterior gobierno municipal, en el que viandantes y ciclistas han de convivir también con el tranvía. "¡Y con los veladores de las cafeterías, que cada vez hay más. Hay que andarse con mil ojos!", añade Ramón. El artículo 40 de la ordenanza dice que "la circulación se realizará a una velocidad moderada, por debajo de los 10 kilómetros por hora, y respetando la prioridad de los peatones". Lo cierto es que pasear por esta zona emblemática de la ciudad es una auténtica odisea. La velocidad que llevan muchas bicicletas hace verdaderamente peligroso cruzar de una lado a otro. A ello hay que sumar que, a pesar de estar delimitado por unas chinchetas en el suelo, la mayoría de las personas no identifican el carril bici.

¿Y qué pasa con las bicis que circulan impunemente por las aceras? Pues nada. Ésta es una de las principales quejas de los peatones. La ordenanza deja bien claro que las bicis sólo podrán circular por las aceras de más de cinco metros y dejando tres libres para los peatones, respetando su absoluta prioridad y siempre que no exista carril bici. Las fotografías demuestran que esto apenas se cumple, incluso, en calles cuyas aceras apenas supera el metro. Un viandante de la calle Baños se pone serio con este asunto: "Es absolutamente inconcebible. Además, te tocan el timbre para que te quites. Al final vamos a tener que pedir perdón por ir por las aceras". Otro clásico es el incumplimiento de circular entre las diez de la mañana y las diez de la noche por calles determinadas, como Sierpes o Tetuán. A cualquier hora se pueden ver ciclistas junto a peatones sin que la Policía les diga nada.

Pero no sólo hay conflictos con los peatones. Son muchas las bicicletas que circulan en sentido contrario por calles con tráfico. La ordenanza deja su autorización en manos del Ayuntamiento, lo que genera importantes conflictos con los conductores que también quieren hacer valer sus derechos.

Demostrado está que la convivencia entre bicicletas y peatones es difícil y peligrosa. Con un poco de tolerancia y, sobre todo, con sentido común y haciendo cumplir la ley, se solucionarían muchos de estos problemas.